“A menos que la gente aprenda a diferenciar entre lo esencial y no esencial, la paz siempre se les escapará.” B.K.S. IYENGAR.
Esta hermosa cita me ronda la cabeza desde el inicio del confinamiento. Espero que estos tiempos difíciles nos sirvan para hacer una limpieza no solo de los armarios de casa, sino también de todo lo superfluo que tiende a ocupar nuestra mente y nuestro corazón. Deseo que todo lo que estamos aprendiendo de esta crisis nos deje una huella profunda para que cuando la vida vuelva a la “normalidad”, las cosas que antes pasaban desapercibidas nos llamen la atención y lo que antes parecía “normal” nos dé que pensar.
Muchos planes se han roto o se han visto aplazados hasta quién sabe cuándo. Tanta incertidumbre es una causa importante de estrés. Sin embargo, ahora que no podemos hacer planes sí que podemos prestar más atención que nunca al presente. Nos vemos casi obligados a vivir plenamente el día a día y esto es una oportunidad maravillosa que no debemos desaprovechar.
Todos estamos viviendo muchos retos y estos son dependiendo de las circunstancias de cada uno, más o menos tristes o más o menos duros. También es cierto que entre tanta adversidad se descubren corazones cada vez más abiertos, iniciativas maravillosas y la solidaridad más contagiosa. Quiero creer que la gran mayoría estamos aprovechando este tiempo para evolucionar y mejorar como personas para luego salir y juntos crear un mundo mejor.
Nos quedamos en casa y ahora que no podemos salir a buscar fuera, aprovechemos para descubrir lo que tenemos dentro y busquemos en lo más profundo de nuestro interior.
Tomo consciencia de mi respiración. Inspiro y según se van llenando de aire mis pulmones, levanto y abro el corazón y me voy llenando de esperanza y de fe. Espiro y mientras se van vaciando mis pulmones mantengo el corazón elevado y abierto y voy soltando poco a poco esa necesidad de tenerlo todo bajo control. Inspiro y siento como mis costados se van expandiendo llenándome de fuerza y coraje para afrontar lo que me toca. Espiro abandonando toda sensación de impotencia. Inspiro y confío, espiro y doy gracias.
Uno de mis retos ha sido parar las clases de yoga de un día a otro con todo lo que eso conlleva. Para compensar de alguna forma las clases de yoga presenciales he estado ofreciendo a mis alumnos clases on-line a través de la aplicación de videoconferencias zoom. Confieso que no ha sido nada fácil para mí hacerme con las nuevas tecnologías, buscar un hueco en el piso donde vivimos confinados mi madre, mi hijo y yo, ponerme delante de una cámara desde la intimidad de mi hogar. Son tiempos para re-aprender y renovarnos. Cuesta mucho esfuerzo pero resulta ser un regalo. Echo de menos las clases presenciales pero nos estamos apañando sorprendentemente bien incluso con aquellos alumnos que carecen de material de yoga. Uno se vuelve muy creativo en el confinamiento. Mi madre y mi hijo disfrutan de ese ratito mágico para ellos solos y juegan al parchís, la oca o juegos de memoria en la cocina mientras yo doy clase en el salón frente a una pantalla que puede parecer fría pero que enseguida se transforma al abrirse todas esas ventanitas de mis alumnos desde su hogar. Me siento agradecida de poder conectar con ellos en la distancia pero unidos a través del yoga. Las clases son todos los lunes y miércoles a las 18:00 y los martes y jueves a las 9:30. Si estás interesado en apuntarte, contacta conmigo 645 02 76 42. Para estas clases se necesita experiencia previa. Para principiantes hemos abierto un nuevo grupo los jueves a las 18:00.