Shavasana, la postura del “cadáver”: mucho más allá de una relajación profunda

Shava significa “cadáver”. Shavasana es esa postura que realizamos al final de la práctica de yoga. En ella, el cuerpo permanece quieto y en silencio,  tumbado en el suelo cabeza arriba completamente relajado, mientras la mente está presente, alerta y consciente, serena y desapegada. Los ojos se cierran, los brazos se relajan a los lados, las palmas de las manos miran hacia arriba…

Esta postura clásica de relajación profunda nos puede parecer la más simple. Resulta ser el momento esperado por muchos alumnos al final de la clase pero no es fácil dejar el cuerpo quieto. Pica la nariz o la garganta o cualquier  otra cosa, los ojos aunque cerrados no dejan de moverse y la mente va de acá para allá. Hasta las personas aparentemente tranquilas parecen ser desafiadas por esta postura. Estar así quietos no es sencillo. A menudo omitimos esta postura en nuestra práctica personal por “falta de tiempo”. ¿Por qué nos entra la sensación de perder el tiempo estando quietos? ¿Es que no estamos hechos para no hacer nada? La relajación profunda es muy diferente de tirarnos en el sofá delante del televisor.  Dejar al menos 5 minutos al final de nuestra práctica para relajarnos de forma consciente es esencial. En este estado de consciente relajación, tanto el cuerpo como la mente se recargan, se refrescan y como no, rejuvenecen. Relajarnos de forma consciente elimina el cansancio del cuerpo, suaviza los nervios y aporta una agradable sensación de calma y felicidad. Shavasana nos cura a todos los niveles más allá del cuerpo y de la mente.  

“Vive antes de morir, para que la muerte sea también una celebración.” –B.K.S. Iyengar

“Soy viejo, y la muerte se acerca inevitablemente. Pero tanto el nacimiento como la muerte están más allá de la voluntad de un ser humano. No son mi dominio. No pienso acerca de eso. El yoga me ha enseñado a pensar solo en trabajar para vivir una vida útil…Nunca dejaré de aprender,…” –B.K.S. Iyengar

En Luz sobre el Pranayama B.K.S. Iyengar escribe: “Shava en Sánscrito significa cadáver y asana postura. Entonces Shavasana es una postura en la que simulamos un cuerpo inerte, y evoca la experiencia de permanecer en un estado como en la muerte y el cese de los dolores y sufrimientos de la carne. Significa relajación y por lo tanto recuperación. No es simplemente tumbarnos sobre la espalda con una mente vacía, ni termina en ronquidos. Es la postura del yoga más difícil de dominar pero también la más refrescante y gratificante.”  

La práctica de Shavasana nos abre de una forma inesperada. Reconozco que personalmente me ha costado algún tiempo comprender la importancia y la profundidad de esta postura. Cuando comencé como profesora de yoga incluso evitaba llamar la postura por su nombre. Había algo en mí que se resistía a aceptarlo. No quería pensar, ni mucho menos hablar de la muerte. Sin embargo, simular de esta manera un cadáver nos ayuda a crear el espacio que necesitamos física, mental y emocionalmente para permitirnos aceptar el dolor y la pérdida, para dejar morir y vivir con plenitud. Se le considera una preparación consciente para la muerte. Deshacernos de los miedos y malentendidos asociados con la muerte del cuerpo físico puede ayudarnos a prepararnos para esa misteriosa transición de la vida a la muerte, para amar y vivir plenamente sin aferrarnos a aquello que queremos, con los brazos abiertos al gozo y al sufrimiento, con muchas ganas de vivir para crecer, aprender, mejorar y para vivir como decía B.K.S. Iyengar, una vida útil. 

“El efecto de este asana en el cuerpo y la mente –desde la relajación, a la rendición, a la muerte e incluso después de la muerte –es increíble. Si no quieres ser un cadáver viviente, entonces hay que establecer el propósito de la vida. Si quieres ser un participante activo en tu vida y no un parásito, necesitas reconocer la interdependencia entre la vida y la muerte, y los dos tienen que encontrarse en directa y concentrada interacción. 

En Shavasana, la relajación es el primer intento de rendirse para soltar. Mientras la mente sigue el flujo de la respiración, las ondas del lago mental desaparecen. Con la práctica continua, los sentidos gradualmente se retiran hacia el interior y se silencian. La pasión y el egocentrismo descansan por un momento. El descanso se convierte en una palabra importante cuyo significado se expande con la experiencia. Shavasana, la postura del cadáver, aporta una nueva comprensión sobre la muerte y la necesidad de rendirse. El cuerpo en descanso puede hacer su labor de restauración. Suficiente descanso permite al cuerpo recuperarse de las fuerzas conductoras de las emociones y las ambiciones de la mente. Los beneficios físicos, mentales, y emocionales son profundos. En este estado de serenidad, quietud y armonía interna, uno puede llegar a percibir una visión de la luz que está presente en ambos, en la vida y en la muerte.» Swami Sivananda Radha, Hatha Yoga: The Hidden Language

Simulamos estar muertos, conducimos nuestra mente hacia el interior, retiramos nuestros sentidos del exterior y nos preguntamos quién muere. El cuerpo físico muere y desaparece pero hay un Ser que trasciende el cuerpo. Con esa visión, el temor a la muerte se va atenuando y se alivia la sensación de vacío que nos deja la pérdida de nuestros seres queridos.

La práctica de esta postura de relajación va mucho más allá de una relajación profunda. Nos puede ayudar a expandir y a transformar la perspectiva que tenemos de la muerte lejos de connotaciones negativas. Shavasana como una manera de acercarnos a la muerte puede llegar a ser inesperadamente reconfortante durante el duelo. Según nos adentramos en la postura vamos abandonando de forma consciente nuestro cuerpo, rindiéndonos, dejando que la tierra acoja nuestro cuerpo como una madre acoge a su niño. Con esa absoluta confianza y felicidad nos dejamos caer en los brazos de la tierra sin ninguna resistencia, reconfortados y en paz. Vamos deshaciendo poco a poco todos y cada uno de nuestros sentidos del apego a los estímulos externos. Nuestros ojos parecen buscar cada vez menos la imagen de aquel que ya no podemos ver, nuestros oídos ya no añoran tanto escuchar su voz, nuestra lengua no necesita hablar, por lo tanto todas esas palabras no dichas, dejan de importar y de doler. La piel necesita menos de su abrazo. Desde ese lugar profundo en el que nos vamos adentrando, sentimos mágicamente el calor de su sonrisa sin necesidad de una imagen, las palabras carecen de valor en ese silencio absoluto y sentimos vibrar su abrazo en la quietud de lo intemporal, de lo inmortal. Al igual que el ya no está en cuerpo presente, de alguna forma empiezo a aceptar que yo algún día también dejaré de estar y sin embargo, desde ese lugar al que me lleva Shavasana, siento en lo más profundo de mi ser, que seguiré siempre acompañada por aquellos que se van y de alguna forma permaneceré siempre acompañando a los que tanto quiero cuando me llegue la hora,  en un abrazo eterno que no necesita de la piel.

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