“Your body is a child. Look after it.” B.K.S. Iyengar
B.K.S. Iyengar nos decía: “Tu cuerpo es un niño. Cuídalo.“ Estas sabias palabras me hacen reflexionar una y otra vez. El yoga es fundamentalmente una filosofía práctica de vida. Nuestra práctica de yoga no comienza cuando desenrollamos la esterilla ni termina cuando la enrollamos. Puedo aplicar aquello que aprendo cada día como madre a mi práctica de yoga. Así mismo puedo emplear las enseñanzas del yoga en mi día a día para mejorar mi relación con mi hijo y con mi entorno.
Patanjali nos dice en los Yoga Sutras “La meta está cerca para aquellos que son supremamente vigorosos e intensos en su práctica (Yoga Sutra I.21.). Esta intensidad de la que habla Patanjali no significa sudar mucho y ejercitar al máximo nuestros músculos, “supremamente intenso” se refiere a la intensidad de nuestra consciencia y a la habilidad para estar plenamente conscientes en el presente.
Esta intensidad de consciencia es esencial para svadhyaya (estudio del sí–mismo). Iyengar nos explica en su libro” Luz sobre los Yoga Sutras de Patanjali” que el estudio del Sí-mismo tiene dos caminos “uno que va desde la piel, atravesando las envolturas internas hacia el que ve; el otro desde el que ve hasta la capa externa de su morada.
Aunque en el cuerpo existe consciencia, necesita que se la espolee a través de la práctica de asana y pranayama, en las que la inteligencia actúa como puente para conectar la percepción consciente del cuerpo con el núcleo del ser, y viceversa. Esta inteligencia conectiva proporciona armonía corporal, mental y del alma, e intimidad con el Alma Suprema (Istadevata).” (Yoga Sutra II.44).
Podemos explorar quienes somos a través de la práctica de asana y pranayama cuidando de nuestro cuerpo como si se tratara de un niño. Svadhyaya también es la capacidad para miramos en el espejo de nuestras relaciones con nuestros hijos, con nuestros seres queridos, con nuestro entorno. Utilizar la experiencia de nuestras interacciones y reacciones como herramienta de auto conocimiento puede ser revelador y ayudarnos a profundizar en nuestro viaje hacia el interior.
¿Cómo es mi comportamiento con mi hijo? ¿Cómo me estoy relacionando con mi cuerpo durante mi práctica? Me estoy comunicando con amor, respeto, comprensión, ofreciéndole mi apoyo incondicional, siendo honesta y genuina? ¿Estoy tratando a mi hijo, a mi cuerpo desde la tolerancia y la coherencia, con responsabilidad, con firmeza y con disciplina? Me gusta mucho el término que emplea mi amiga y gran profesional Natalia Salinas ¿estoy siendo “amorosamente firme”?.
Todos estos son ingredientes esenciales para una relación sana y positiva. No siempre logro que mi comportamiento incluya todos esos ingredientes. Sin embargo tengo siempre presente esa reflexión. Cultivando esa reflexión constante en nuestra relación con nuestro cuerpo y con nuestro entorno estamos en el camino del yoga para desarrollar nuestro verdadero potencial. De esta forma podemos llevar nuestra práctica de asanas mucho más allá de las fronteras de nuestro cuerpo fuera de la esterilla de yoga en cada paso que damos en la vida.
Desapego con amor y vivir en el presente
Cuando nacemos dependemos de nuestra madre para movernos en este mundo, para comunicar con lo que nos rodea y a través de esa comunicación crecemos, evolucionamos, nos transformamos. Poco a poco vamos aprendiendo a manejarnos con nuestros cuerpos, cada vez dependemos menos de nuestra madre para relacionarnos con el mundo exterior.
Curiosamente hace mucho tiempo un gran médico al que guardo mucho aprecio me dijo que el cuerpo era como nuestra madre. Una madre nos cuida, nos protege, nos enseña que hay límites que es importante respetar para nuestro bien y para el bien del prójimo. Cuando nos convertimos en adultos decía, es nuestro cuerpo quien nos habla constantemente y si no le hacemos caso cada vez nos habla más fuerte y cuando estamos en peligro nos grita y terminamos enfermando.
Para una evolución sana, para una vida en equilibrio y harmonía necesitamos comprender el desapego. Como madres debemos animar a nuestros hijos a cultivar hábitos que les ayuden en su formación personal y su autonomía. Como hijos debemos aprender a ser autónomos, independientes, responsables de nuestros actos y nuestro bienestar. El desapego implica asumir responsabilidad y eso nos lleva a la libertad.
Desapego no significa menos amor, no es menos empatía y no implica menos comunicación sino todo lo contrario. No nos podemos identificar con nuestras madres ni con nuestros hijos y menos pretender que nuestros hijos se identifiquen con nosotros. Cada uno de nosotros tenemos una esencia única que desarrollar, una semillita que plantar. Pues bien, asimismo no nos podemos identificar con nuestros cuerpos aunque dependamos de ellos para movernos en este mundo.
Sigue siendo nuestra responsabilidad cuidarlo, amarlo, respetarlo y educarlo. Para poder realizar todo eso es absolutamente necesario escucharlo, comprenderlo y estar inmensamente agradecidos porque es una herramienta maravillosa, un regalo imprescindible para que a través de él nos podamos comunicar con nuestro entorno y de esa relación aprender, crecer, evolucionar, transformarnos y transformar.
“Tu cuerpo es el hijo del alma. Debes nutrir y educar a tu hijo.” B.K.S. Iyengar
Transformar implica cambio y no es siempre fácil de aceptar. A mí como a muchas otras madres me cuesta ver lo rápido que crece mi niño. Aunque me siento feliz con su evolución no puedo evitar algo de nostalgia. Envejecemos y nuestros cuerpos no son como antes. Quisiéramos a veces que el tiempo no pasara tan rápido. ¿Y si dejásemos de identificamos con lo que no somos? ¿Si nos desapegamos amorosamente para liberarnos? ¿Si vivimos agradecidos cada instante con plenitud, con claridad?
Aprender a escuchar desde el presente. ¿Qué nos está diciendo el comportamiento de nuestro hijo en este instante, qué nos está pidiendo? ¿Qué nos está diciendo nuestro cuerpo ahora mismo? ¿Cuáles son las necesidades de nuestro hijo hoy, qué necesita mi cuerpo hoy? ¿Estamos recibiendo las señales con verdadera curiosidad y frescura tal y como hacen los niños? Podemos aprender a vivir sin convertirnos en esclavos de un reloj o un calendario.
Cuando afronto una situación cualquiera que sea, quiero reflexionar si estoy verdaderamente escuchando, percibiendo el presente sin que mis experiencias pasadas o mis preocupaciones sobre el futuro interfieran. ¿Si no escuchamos de verdad, si no prestamos sincera atención a nuestros hijos y a nuestros cuerpos como podemos pretender que ellos nos escuchen?