«La meta principal del yoga es devolver la mente a la simplicidad y a la paz para liberarla de la confusión y de la angustia.” B.K.S. Iyengar
B.K.S. Iyengar contribuyó en gran medida al acercamiento del yoga a Occidente, facilitando y simplificando su aprendizaje para hacerlo asequible a todas las personas. Sin embargo, en ocasiones en lugar de acercarnos, nos alejamos y en lugar de simplificar, nos complicamos.
Recuerdo hace muchos años poco tiempo después de finalizar mi formación como profesora de yoga, me propusieron dar clases de yoga a los niños. Dirigir la enseñanza del yoga a un público tan especial me llevó a profundizar en la materia de una forma diferente y fresca, desde la sencillez.
A veces como adultos abordamos los temas desde la complejidad y en nuestro empeño por aprender, la mente se vuelve rígida y nos perdemos, nos confundimos y a veces algo que en un principio nos entusiasmaba termina por aburrimos. Guruji nos pedía abordar el aprendizaje desde la frescura, con el cerebro vacío, dejando a un lado nuestras propias ideas y convicciones, desde el corazón, con los ojos muy abiertos, plenamente conscientes, entusiastas y atentos. Se refería a esa misma frescura y curiosidad que muestran los niños.
Precisamente esa manera de observar con curiosidad y esa capacidad para imaginar es la que sirvió de inspiración a los antiguos sabios yoguis. Se dedicaron a estudiar la naturaleza y todo aquello que les rodeaba, analizando las cualidades de todos esos seres vivos e inertes. Entendiendo la forma, el carácter, el comportamiento y los movimientos de cada uno de ellos, fueron amoldando sus propios cuerpos imitando a esos seres para comprenderlos y aprender de ellos. Introdujeron las sensaciones de estos seres en sus propios cuerpos para descubrir así el valor de cada uno de ellos.
Realizando las âsanas (posturas de yoga), nos adentramos en la naturaleza de ese ser. Por ejemplo, cuando colocamos nuestro cuerpo en Tâdâsana (la montaña) experimentamos la altura, la estabilidad, la grandeza y la firmeza. Vrikshâsana (el árbol) nos hace experimentar la firmeza, el equilibrio así como la generosidad del árbol que ofrece sombra y cobijo a todo aquel que lo desee. La lista es tan amplia como el número de diversas âsanas que existen y amplísima la cantidad de cualidades que podemos llegar a asumir y a reflejar a través de todas estas posturas al realizarlas con frescura, con atención plena, entusiasmo y con mucha curiosidad e imaginación.
Se acerca el verano que nos invita a las vacaciones, a disfrutar, a dejar las rutinas a un lado y a jugar. Aprovechemos para aportar algo de frescura e imaginación a nuestra práctica.
Aprovecho la ocasión para citar una sencilla lista de qué hacer y qué no hacer durante la práctica de las posturas de yoga. La recojo de una guía de yoga para niños del Ramâmani Iyengar Memorial Yoga Institute de Puna, India. Resulta tan válida para niños como para adultos.
¿Qué hacer?
- Respirar bien
- No respirar por la boca
- Mantener los ojos bien abiertos
- Estar alerta y atentos
- Concentrarnos en aquello que estamos haciendo
- Sonreír mientras lo hacemos
- Disfrutar lo que hacemos
¿Qué no hacer?
- Nunca aguantar la respiración
- No respirar por la boca,
- No mirar aquí y allá
- No cerrar los ojos
- No fruncir el ceño
- No tener miedo
- No dejar que la mente se distraiga
¡Feliz práctica!